¿Qué es la frustración y por qué nos frustramos?
De acuerdo a la intensidad de la frustración y a nuestras propias características personales, reaccionamos con molestia, ansiedad, depresión, angustia, enojo, etc.
La base del problema no está en el dolor y la frustración que vivimos, sino en nuestra actitud ante ellos.
Actuamos como si el malestar y el sufrimiento pudieran acabar con nosotros. Y que estas emociones no deben de ser parte de nuestra vida.
Tolerar la frustración
Tolerar la frustración significa poder enfrentar los problemas y limitaciones que tenemos a lo largo de la vida, a pesar de las molestias o incomodidades que nos causan.
La baja tolerancia a la frustración está relacionada con dos elementos:
1) Una percepción equivocada y exagerada de la situación que estamos viviendo.
2) La creencia de que es horrible vivir el malestar y no lo podemos ni queremos aguantar.
La frustración es parte de la vida.
No podemos evitarla, pero sí podemos aprender a manejarla y a superarla. Generalmente es en la infancia cuando aprendemos a tolerar la frustración.
Cuando un niño es muy pequeño, cree que el mundo gira alrededor de él, piensa que se merece todo lo que quiere, en el momento en que lo quiere. No sabe esperar, porque no tiene el concepto de tiempo, ni la capacidad de pensar en los deseos y necesidades de los demás.
Por eso, cualquier límite o cualquier cosa que le niegan, lo siente como algo injusto y terrible. No puede entender por qué no le dan lo que él desea. Se siente frustrado y despojado de lo que «necesita» en ese instante. No tiene las herramientas para eliminar, disminuir o tolerar su malestar.
Si los padres o las demás personas le dan siempre lo que pide y en el momento en que lo hace, no aprende a «aguantar» la molestia que le provoca la espera o la negación de sus deseos.
Al llegar a la edad adulta, sigue sintiéndose mal ante cualquier límite o ante la necesidad de posponer una satisfacción. Siente que necesita eliminar inmediatamente dicho malestar.
¿Cómo?
Haciendo lo más fácil o lo primero que se le ocurra, con tal de ponerle fin a su molestia o incomodidad. Piensa sólo en el bienestar a muy corto plazo, sin tomar en cuenta los resultados a mediano y a largo plazo.
La poca tolerancia a la frustración provoca que, ante cualquier incomodidad, nos desmotivemos y abandonemos nuestras metas y proyectos. Que nuestros deseos pierdan importancia.
Esta falta de tolerancia está relacionada con las creencias que implican que la vida debe de ser fácil, cómoda y placentera todo el tiempo. Que es horrible e intolerable sufrir cualquier molestia que va más allá de cierto nivel de intensidad o de duración.
Creencias definitivamente erróneas, que nos impiden disfrutar de una gran parte de la vida.
Siempre podemos aprender a ser más tolerantes ante la frustración. Porque la frustración es parte de la vida y es inevitable.
Para ello necesitamos tener paciencia. La paciencia no tiene nada que ver con la necesidad y tiempos de espera, sino con la fortaleza para enfrentar el dolor sin perturbarnos emocionalmente.
¿Qué hacer?
El mundo no gira alrededor de nuestros gustos o deseos y no pasa nada terrible cuando no obtenemos lo que queremos. Siempre hay algo que podemos hacer al respecto, en lugar de enojarnos o quejarnos.
Debemos pensar en todas las cosas que hemos perdido o dejado de obtener por la poca tolerancia a la frustración. ¿Vale la pena la comodidad inmediata y momentánea, a cambio de todo eso que podríamos tener?
No debemos olvidar que hay épocas buenas y épocas difíciles o dolorosas y que sí tenemos la capacidad de tolerar o soportar algo, sin alterarnos demasiado.
El malestar y el sufrimiento son desagradables, pero no nos destruyen. Si aprendemos de ellos, nos fortalecemos y desarrollamos. Obtenemos nuevas herramientas para lograr nuestro bienestar.
Nuestra vida y nuestra felicidad no dependen de aquello que deseamos y no obtenemos de inmediato. Hay mucho más allá, si lo sabemos buscar.
Incluso el dolor intenso, lo podemos soportar y es pasajero. A menos que nosotros, con nuestra actitud y forma de pensar, lo hagamos permanente.
Se debe buscar que ideas y creencias equivocadas pueden estar provocándonos la baja tolerancia a la frustración.
Por ejemplo:
«Esto no debería ser así», «es demasiado», «no lo soporto», ¿por qué los demás si y yo no?, etc.
Debemos aprender a cambiar estas creencias equivocadas que sólo aumentan el dolor o molestia que estamos viviendo.
Nosotros elegimos el tipo de pensamientos que queremos tener.
Es bueno chequear con la gente cercana a uno si nuestra reacción emocional ante lo que está sucediendo, es exagerada. Si es así, tratar de ver las cosas desde otra perspectiva.
¿Cómo las vería y que haría alguna de las personas a las que admiramos?
Hay que enfocarse en buscar una solución adecuada y no en el malestar que sentimos.
Ante ciertas molestias o incomodidades, no buscar de inmediato la solución. Darse cuenta de que no pasa nada si nos sentimos mal un rato.
La tolerancia se fortalece, como cualquier músculo, trabajándola y practicando. Todos podemos aguantar el malestar. ¿Es incómodo? Sí, pero no pasa nada si nos sentimos mal durante un período de tiempo. El malestar pasa y la recompensa puede ser enorme a largo plazo.
En la Escuela del Bienestar encontrarás una serie de talleres que desarrollan la apreciatividad y las emociones positivas.
Recuerda que el ejercicio de esta práctica requiere tiempo, perseverancia y cambio de nuestros diálogos internos y que al alcanzarlos en tu mundo se multiplican las posibilidades de avance y bienestar.
Te invitamos a conocer nuestro Atlas del Bienestar Laboral
Comentarios recientes