Los vínculos nutricios

Los vínculos nutricios

Un vínculo nutricio es un vínculo que nos alimenta emocional y espiritualmente. 

Los vínculos nutricios nos fortalecen, son un lugar seguro a donde recurrir cuando las cosas no están saliendo como quisiéramos. 

¿Cómo alcanzar vínculos nutricios? ¿Debemos desarrollar todos los vínculos que se presentan en nuestra vida cotidiana?

Hay indicadores que podemos notar al inicio de un vínculo que nos dan las pautas sobre si el mismo se desarrollará nutriciamente. Compartir valores y creencias suele ser una buena base. Compartir vivencias puede enriquecer el vínculo, profundizándolo. Los vínculos necesitan ser desarrollados para alcanzar niveles de profundidad en él.

¿Cómo saber, entonces, a priori dónde tomarse el esfuerzo de desarrollar un vínculo para que llegue a ser nutricio? En primera instancia, todo vínculo vale el esfuerzo de nutrirlo hasta que quede demostrado lo contrario.

De la misma manera que sucede con el acto de dar bienes materiales a quienes lo necesitan, agregar valor a otro ser humano a través de un vínculo de calidad, además de enriquecerlo a él, nos enriquece fundamentalmente a nosotros mismos.

Entiendo que algunos requisitos para construir un vínculo nutricio incluye: 

  •  Conectarse realmente con el otro: mirar a los ojos (material y metafóricamente) 

  •  Escuchar activamente (con la intención de evitar la escucha autobiográfica, tal como postula Stephen Covey)

  •  Ser paciente, empático y generoso

  •  Enmarcar los propios intereses

  •  Tener la firme voluntad de darle algo de valor al compañero de vínculo

    ¿Todos los vínculos que se desarrollan resultan ser vínculos nutricios?

Definitivamente no. El vínculo involucra -al menos- dos personas. Y muchas veces, esas personas con las que nos involucramos tienen otra concepción sobre la lealtad o el compromiso y el vínculo muere o, lo que es peor aún, se vuelve tóxico. 

Hemos visto cómo vínculos amorosos y nutricios se tornan estériles o tóxicos paulatinamente. 

¿Será porque estamos cambiando permanentemente y por lo tanto cambian nuestros gustos, intereses o motivaciones? ¿Será que en algún momento del vínculo aflora el “verdadero yo” de alguno de los componentes y ya no hay qué los convoque?

¿Será que muchas veces una de las partes está “dormida” y cuando despierta se da cuenta de que el vínculo no tenía la calidad que creía o que ya no lo nutre como tiempo atrás?

¿Por qué será que las personas rompen sus vínculos?

Podríamos enumerar un sinfín de razones ayudada por un psicólogo, un detective o un cura, pero no es algo donde nos detendremos.

Lo que quiero decir es que aún dudando a priori sobre un vínculo que se inicia, aún sabiendo que se corre el riesgo de una decepción emocional, aún con la certeza de que todo cambia, quienes confiamos en que los vínculos pueden ser nutricios debemos tomar el riesgo de transitarlos independientemente de cómo resulte al final del camino.

Los vínculos en el trabajo

Tener buenos vínculos en el trabajo no debería ser diferente de tener buenos vínculos fuera del trabajo. Pero por algún motivo esto no es tan sencillo.

Para empezar, los vínculos laborales son de segundo grado, vale decir, no los elegimos, vienen con el puesto.

Para seguir, los vínculos de segundo grado no se encuentran amparados por el amor y la elección reiterada hacia el otro. 

Aún cuando hacemos grandes esfuerzos por ser amables y agradar a los demás, en muchísimas ocasiones nos encontramos manteniendo conversaciones mentales respecto de tal o cual cosa que pasó o tendría que haber pasado.

Es que en el mundo del trabajo, las voces internas que nos hablan todo el tiempo pueden ser contradictorias: necesitamos ser amables y colaborativos pero somos muy celosos de nuestro territorio. 

En el mundo del trabajo, marcar territorio es dejar sentado quién manda y quien debe acatar. Afincarnos en nuestro territorio es tan básico como lo es para los miembros de los pueblos tribales: esto es mío y aquí se hace lo que yo digo. 

En paralelo a este sentimiento tan animal del ser humano, que aparece de manera virulenta e instintiva y muchas veces no puede disimularse, se contrarresta uno de los más sofisticados: el de la construcción de la imagen pública.

La voz interna que monitorea nuestra  imagen siempre nos está diciendo: “Sea lo que sea, que no se note”. 

Todos los sentimientos encontrados que tenemos cuando trabajamos insertos en un grupo de personas, se hacen difíciles de identificar y clasificar adecuadamente en tiempo y forma. Y es por esto que – mientras los discriminamos y decidimos qué hacer con ellos- tratamos de que “no se note”.

Pasamos tantas horas en el trabajo, que muchas veces, estos vínculos secundarios se vuelven primarios. Es así cómo se construyen grandes amigos en el día a día laboral y también algunos amores. 

Si esto sucede exitosamente es una celebración.

Pero a veces, nos confundimos. Creemos que la cotidianeidad, la confianza, la cercanía o compartir metas, problemas y desafíos, vuelve al vínculo íntimo y trascendente.

Es en este gris donde nos perdemos y corremos el riesgo de equivocarnos, con el consiguiente dolor.

Porque cuando los vínculos se presentan ásperos desde un inicio, podemos articular nuestros mecanismos de defensa para neutralizarlos. Pero cuando el límite entre lo laboral y lo personal se confunde, perdemos visión y luego nos lamentamos por nuestra propia ceguera.

Entonces, las personas en el trabajo desarrollamos vínculos amorosos, vínculos de desagrado y ¡vínculos dudosos! Los vínculos dudosos consumen toda nuestra energía, puesto que no tenemos claridad respecto de él. Destinamos gran cantidad de tiempo a decodificar los actos de nuestro interlocutor y generalmente persiste en nosotros un sentimiento de ambivalencia.

Estas situaciones harto comunes en el mundo del trabajo se presentan porque depositamos demasiadas expectativas en el otro. Nuevamente, en vez de hacer foco en nosotros mismos, prevalece la importancia de la mirada ajena en búsqueda de aprobación.

Cualquiera podrá refutar diciendo que si se trata de la mirada del jefe, resulta inevitable la búsqueda de aprobación, pero ¿es realmente así? Nadie puede tener mayor ascendencia sobre nosotros que nosotros mismos. Se vuelve primordial desarrollar el vínculo con uno mismo.

Sencillo pero no fácil, puede llevar años y bastante coraje autodefinirse como una persona basada en la propia percepción y dispuesta a enmarcar un vínculo entre dos adultos que trabajan y se necesitan mutuamente.

Finalmente, podemos ser preventivos: es difícil evitar la tentación de no replicar  una historia negativa que escuchamos en un pasillo, ¡no la repitas! Hablar de eventos o situaciones negativas una y otra vez o criticar a alguien, sólo nos degrada como personas y retroalimenta sentimientos negativos. Hay que focalizar en lo bueno y ser benévolos con lo malo que pasó.  Esta práctica contribuirá al diseño de pensamientos positivos y el desarrollo de vínculos nutricios.

 En la Escuela del Bienestar encontrarás formaciones que desarrollan las habilidades relacionales en el trabajo y la vinculación nutricia con los demás.

 Recuerda que los vínculos se construyen de a dos, que siempre será útil invertir en un vínculo incipiente de manera asertiva y generosa, independientemente de cómo resulte el mismo al final. Los vínculos sanos con nuestros compañeros contribuyen a un clima seguro emocionalmente y esto potencia la calidad de nuestros resultados.

 Te invitamos a conocer nuestro Atlas del Bienestar Laboral

Límites en el trabajo

¿Por qué es tan difícil establecer límites en el trabajo?

 Somos seres sociales, y como tales nuestro mayor temor es a quedar excluídos.  En una sociedad con escases de recursos, estar dentro de un sistema nos asegura supervivencia.

Y ante esta profunda realidad grabada en nuestro ADN, tememos no ser suficiente y por eso ser expulsados del núcleo que pertenencia. Tememos no ser necesarios. Tememos el olvido, la indiferencia. También tememos las represalias al poner límites a una figura de autoridad. Es por todo esto que tendemos a aceptar las condiciones ajenas sin chequear si están alineadas con nuestros valores, nuestras creencias y nuestros deseos.

Que al final, creemos que el trabajo no es un lugar donde poder expresar nuestras convicciones y desplegar nuestras mejores habilidades, sino un lugar donde obedecer para pertenecer. ¿Qué sucede, entonces?

 

Comportamiento basado en el rendimiento:  ser útiles

El paradigma laboral es aún competitivo. Si bien es cierto que desde hace años viene ganado terrero el concepto de trabajar colaborativamente y que muchas organizaciones lo logran, -especialmente al trabajar por proyectos- los cambios culturales son lentos. Las personas cambiamos más rápido que el colectivo laboral. Todavía coexisten ambos comportamientos, puesto que competir está en la naturaleza humana y este rasgo ha sido alimentado durante décadas en el mundo laboral.

El comportamiento que busca resultados y resaltar por sobre los demás se basa en la necesidad de probar que somos útiles, necesarios para la consecución de los objetivos organizacionales. El motor interno de este comportamiento es la creencia de que el valor personal depende de cumplir con ciertas tareas en sus estándares más altos. Pero el desempeño exitoso por sí solo NO es condición sine qua non para encontrar valor en lo que hacemos, entonces, lo que sucede es que entramos en  un ciclo interminable de autoexigencia que nos lleva a realizar tareas más complejas en menores tiempos, ilusionados con el espejismo de encontrar sentido y propósito.

 

Perfeccionismo y auto-límite de exigencia 

Cuando basamos nuestra autoestima profesional en la capacidad de lograr objetivos complejos, nos volvemos controladores y defensivos porque cualquier amenaza al rendimiento es una amenaza al valor personal. Para permanecer en este comportamiento agotador, nos engañamos a nosotros mismos con conversaciones internas que prometen recompensa:

  • Estaré satisfecho con mi desempeño 
  • Haré foco en lo verdaderamente importante 
  • Pasaré más tiempo con mi familia.
  • Profundizaré el cuidado de mi salud.
  • Me iré de vacaciones.

Pero estas situaciones nunca llegan, porque permanentemente, aparecen nuevos objetivos que atentan contra nuestra identidad y seguridad: es un círculo vicioso que no tiene fin.

Adicionalmente, los efectos dañinos del perfeccionismo no terminan en la persona en cuestión, sino que atraviesa todos los vínculos existentes o potenciales: tanto los miembros del equipo laboral como los miembros de la familia, se ven desplazados de la atención y tiempo de quien se vuelve perfeccionista debido a su baja estima profesional y su incapacidad de establecer límites.

Estar dispuesto a hacer las cosas al nivel óptimo de calidad y eficiencia puede sonar como como un gran enfoque, pero cuando este comportamiento atenta contra el bienestar propio y del grupo ya no resulta tan rentable en el largo plazo.

Desesperación por el rendimiento

Existe otro grupo de personas que se comportan de manera diferente ante la necesidad de cumplir para pertenecer y asegurar su supervivencia: son las que están impulsadas por la desesperación En lugar de convertirse en perfeccionistas, se desconectan cada vez más de los objetivos debido a una sensación de desesperación. En vez de continuar intentando cumplir con un estándar que es imposible, «se retiran». Debido a esfuerzos infructuosos medidos en términos de costo / beneficio para ellos mismos, no esperan alcanzar las metas o sentir satisfacción personal. Generalmente, esta desesperación es inconsciente y por eso no pueden abordarla correctamente. Esto termina con el optimismo y baja la resiliencia, abandonando cualquier objetivo que sea demasiado ambicioso.

Una vez más, la causa raíz es el miedo al fracaso y está basado en la baja autoestima.

La búsqueda permanente de complacer a los demás

Cuando la mayoría de nuestros comportamientos están orientados a anteponer a otra persona a nuestras propias necesidades, estamos atrapados en un conjunto de  pensamientos que modelan nuestras acciones:

  • Quiero que me quieran
  • Pero, dado que «No soy lo suficientemente bueno» , debo complacer a los demás.
  • Si ayudo a otros, les gustaré. Si otras personas me quieren, soy valioso y mi vida tiene sentido. 

 

Quienes están atravesados por la desesperación, tienen el mismo discurso interno sobre su valía, pero simplemente, no lo intentan porque creen que de cualquier manera, fracasarán en la ejecución de la meta y por tanto, en su objetivo de reconocimiento y pertenencia.

Todos hemos atravesado estas emociones y pensamientos alguna vez. Pero si es recurrente o paralizante, si se traduce en apatía, amenaza o ansiedad, será necesario examinar la necesidad exagerada de aprobación externa, puesto que conlleva a grandes dificultades para establecer límites personales y profesionales. 

Y esta noticia vuela. No sólo a través de las palabras de los demás, sino ante la observación de tus comportamientos de complacencia sostenidos en el tiempo.

Cada vez llegarán más pedidos de compromisos, límites de tiempo en las entregas y tareas complejas, porque los demás perciben claramente que no puedes poner límites. Y lo aprovechan.

 

Nuestro tiempo y nuestra energía es limitada. Es necesario y sano, examinar nuestros comportamientos para ser la mejor versión de nosotros mismos en el interminable camino de la mejora personal. 

En la Escuela del Bienestar encontrarás una serie de acciones formativas y recursos que te ayudarán educar tu buen dormir y tu descanso. 

 Recuerda que se trata de generar hábitos saludables para recuperar una buena calidad de sueño y estar descansado y productivo durante el día.

¡No te lo pierdas!

T

 

10 Consejos para revertir el Bloqueo Funcional

10 Consejos para revertir el Bloqueo Funcional 

[/et_pb_text][/et_pb_column][/et_pb_row]

¿Te has sentido desconectado de tus sentimientos o en un estado de piloto automático en el trabajo? ¿Has sentido que estás en una neblina vital y que la vida pasa de largo sin que realmente la experimentes? Si este es tu caso, no estás solo.

Imagínate como se queda un ciervo cuando por la noche de repente se topa con las luces de un faro. Pues, nosotros igual, el sistema nervioso humano puede bloquearse cuando se percibe una amenaza en nuestro entorno. En el trabajo, estas amenazas pueden ser un ambiente tóxico, estrés crónico, una relación laboral tóxica, la pérdida de una etapa vivida en la empresa, o incluso la percepción de que ya no aportamos el mismo valor que antes.

Cuando entramos en un estado de bloqueo, idealmente deberíamos volver a una respuesta regulada. Sin embargo, si no podemos gestionar nuestra respuesta ante la amenaza o no nos recuperamos adecuadamente, podemos quedar atrapados en un estado de bloqueo funcional.

El bloqueo funcional se experimenta de muchas maneras diferentes:

  • Te sientes que vives en piloto automático.

  • Hacer largas listas de tareas sin estar mentalmente presente.

  • Te sientes aturdido y desvinculado.

  • Tienes una adicción excesiva al trabajo.

  • Sufres, una necesidad continua de distraerte manteniéndote ocupado.

  • Sientes confusión sobre tu tiempo y eficacia.

  • Te pierdes en tus pensamientos durante largos periodos de tiempo.

  • Sensación de despersonalización, como si quien transcurriera los días fuese otra persona.

  • Desconexión, alexitimia, no sentir sentimientos fuertes, como si estuvieses anestesiado.

  • No poder vincularte profundamente con los otros.

Si te sientes en un estado de bloqueo funcional, hay técnicas que pueden ayudarte a reconectar.

¿Qué podemos hacer para salir de ese estado de neblina vital y reconectar con nosotros mismos?

  1. Respirar hondo. Las personas en estados disociativos tienden a contener la respiración, lo que las convierte en presas fáciles para la angustia y ansiedad. La respiración profunda lleva oxígeno fresco a la sangre y aumenta el metabolismo para que puedas concentrarte y tomar mejores decisiones. Escucha el episodio 3 del podcast “El Atlas del Bienestar” titulado “La angustia en el trabajo” para conocer más acerca de esta técnica y la importancia de tomar un tiempo fuera para aclarar tu cabeza antes de tomar una decisión impulsiva o reactiva.

  2. Mueve tu cuerpo. El cuerpo tiende a bloquearse, por lo que sacudir la tensión a través del ejercicio es una buena manera de reconectar contigo mismo. Sé creativo y usa la música o el baile para ponerte en movimiento.

  3. Practica yoga. Esta práctica puede ayudarte a reconectar con las sensaciones de tu cuerpo en solo 15 o 20 minutos al día.

  4. Estimula otros sentidos. Puedes probar técnicas como poner trozos de hielo en un bol con un poco de agua, tomar una ducha fría o muy caliente, escribir en un diario de sentimientos o sensaciones, dibujar o escuchar música para interrumpir los estados disociativos.

  5. Nútrete mejor. Tenemos 3 cerebros: el por todos conocido, el del corazón y el del sistema digestivo. Cuando cambiamos nuestra dieta y nos informamos sobre los efectos de la microbiota en nuestra salud mental y emocional, nuestra capacidad de atención y concentración se dispara.

  6. Habla con alguien. Las relaciones saludables son una fuerza estabilizadora y la mejor manera de encontrar el camino de regreso a ti mismo. Toma el teléfono, llama a un amigo o amiga y coméntale cómo te sientes.

  7. Descansa, presta atención a tus horas de sueño y descanso. Escucha el episodio 4 del podcast “Atlas del Bienestar Laboral” titulado “Duerme o muere” para conocer técnicas para gestionar el sueño.

  8. Busca la ayuda de un profesional que te dé técnicas para procesar y gestionar las situaciones que vives como amenazantes. En el  “Atlas del Bienestar Laboral” también encontrarás información acerca de nuestro  Servicio de Atención Psicológica .

  9. Identifica tus valores y propósito. Es importante que reflexiones sobre lo que es verdaderamente importante para ti en la vida y en el trabajo. Piensa en tus valores y en cómo puedes alinearlos con tus acciones diarias. Esto te dará un sentido de propósito y te ayudará a conectarte con lo que realmente te importa.

  10. Establece límites saludables. Es importante que aprendas a decir «no» cuando sea necesario y establezcas límites saludables en tus relaciones personales y profesionales. Esto te ayudará a evitar el agotamiento y a mantener un equilibrio entre el trabajo y la vida personal. Te recomendamos escuchar el episodio 7 de nuestro podcast «Pon límites para crecer»

Espero que estos 10 puntos te ayuden a salir de ese estado de neblina vital y a mejorar tu bienestar laboral. Recuerda que es importante prestar atención a tus necesidades emocionales y físicas para poder rendir mejor en el trabajo y tener relaciones saludables con los demás. Si necesitas más ayuda, no dudes en buscar la atención de un profesional.

En este artículo hemos compartido los siguientes recursos:

Episodio 3: “La angustia en el trabajo”

https://open.spotify.com/episode/0iIeYwpoyGod4xaN8YBokr?si=0267d80a419e468f

Episodio 4: “Duerme o muere” https://open.spotify.com/episode/4j8XEe01gv6mWf1ZzozatL?si=3eeb740034504445

Episodio 7: “Pon límites para crecer” Límites en el trabajo. https://open.spotify.com/episode/3vMhU7KPE1QYtbrK9dS6kE?si=4970ce1152144f4b

Servicio Atención Psicológica: https://valuexperience.com/bienestar-atencion-psicologica/

[/et_pb_section]

La frustración, técnicas para gestionarla

 

¿Qué es la frustración y por qué nos frustramos?

 

apreciatividad gratitud atlas
rLa frustración es el sentimiento que surge cuando no logramos nuestros deseos.
De acuerdo a la intensidad de la frustración y a nuestras propias características personales, reaccionamos con molestia, ansiedad, depresión, angustia, enojo, etc.
La base del problema no está en el dolor y la frustración que vivimos, sino en nuestra actitud ante ellos.

Actuamos como si el malestar y el sufrimiento pudieran acabar con nosotros. Y que estas emociones no deben de ser parte de nuestra vida.

Tolerar la frustración

Tolerar la frustración significa poder enfrentar los problemas y limitaciones que tenemos a lo largo de la vida, a pesar de las molestias o incomodidades que nos causan.

La baja tolerancia a la frustración está relacionada con dos elementos:

1) Una percepción equivocada y exagerada de la situación que estamos viviendo.

2) La creencia de que es horrible vivir el malestar y no lo podemos ni queremos aguantar.

La frustración es parte de la vida.

No podemos evitarla, pero sí podemos aprender a manejarla y a superarla. Generalmente es en la infancia cuando aprendemos a tolerar la frustración.

Cuando un niño es muy pequeño, cree que el mundo gira alrededor de él, piensa que se merece todo lo que quiere, en el momento en que lo quiere. No sabe esperar, porque no tiene el concepto de tiempo, ni la capacidad de pensar en los deseos y necesidades de los demás.

Por eso, cualquier límite o cualquier cosa que le niegan, lo siente como algo injusto y terrible. No puede entender por qué no le dan lo que él desea. Se siente frustrado y despojado de lo que «necesita» en ese instante. No tiene las herramientas para eliminar, disminuir o tolerar su malestar.

Si los padres o las demás personas le dan siempre lo que pide y en el momento en que lo hace, no aprende a «aguantar» la molestia que le provoca la espera o la negación de sus deseos.

Al llegar a la edad adulta, sigue sintiéndose mal ante cualquier límite o ante la necesidad de posponer una satisfacción. Siente que necesita eliminar inmediatamente dicho malestar.

¿Cómo?

Haciendo lo más fácil o lo primero que se le ocurra, con tal de ponerle fin a su molestia o incomodidad. Piensa sólo en el bienestar a muy corto plazo, sin tomar en cuenta los resultados a mediano y a largo plazo.

La poca tolerancia a la frustración provoca que, ante cualquier incomodidad, nos desmotivemos y abandonemos nuestras metas y proyectos. Que nuestros deseos pierdan importancia.
Esta falta de tolerancia está relacionada con las creencias que implican que la vida debe de ser fácil, cómoda y placentera todo el tiempo. Que es horrible e intolerable sufrir cualquier molestia que va más allá de cierto nivel de intensidad o de duración.
Creencias definitivamente erróneas, que nos impiden disfrutar de una gran parte de la vida.
Siempre podemos aprender a ser más tolerantes ante la frustración. Porque la frustración es parte de la vida y es inevitable.
Para ello necesitamos tener paciencia. La paciencia no tiene nada que ver con la necesidad y tiempos de espera, sino con la fortaleza para enfrentar el dolor sin perturbarnos emocionalmente.

¿Qué hacer?

El mundo no gira alrededor de nuestros gustos o deseos y no pasa nada terrible cuando no obtenemos lo que queremos. Siempre hay algo que podemos hacer al respecto, en lugar de enojarnos o quejarnos.

Debemos pensar en todas las cosas que hemos perdido o dejado de obtener por la poca tolerancia a la frustración. ¿Vale la pena la comodidad inmediata y momentánea, a cambio de todo eso que podríamos tener?

No debemos olvidar que hay épocas buenas y épocas difíciles o dolorosas y que sí tenemos la capacidad de tolerar o soportar algo, sin alterarnos demasiado.

El malestar y el sufrimiento son desagradables, pero no nos destruyen. Si aprendemos de ellos, nos fortalecemos y desarrollamos. Obtenemos nuevas herramientas para lograr nuestro bienestar.

Nuestra vida y nuestra felicidad no dependen de aquello que deseamos y no obtenemos de inmediato. Hay mucho más allá, si lo sabemos buscar.

Incluso el dolor intenso, lo podemos soportar y es pasajero. A menos que nosotros, con nuestra actitud y forma de pensar, lo hagamos permanente.

Se debe buscar que ideas y creencias equivocadas pueden estar provocándonos la baja tolerancia a la frustración.

Por ejemplo:

«Esto no debería ser así», «es demasiado», «no lo soporto», ¿por qué los demás si y yo no?, etc.

Debemos aprender a cambiar estas creencias equivocadas que sólo aumentan el dolor o molestia que estamos viviendo.

Nosotros elegimos el tipo de pensamientos que queremos tener.

Es bueno chequear con la gente cercana a uno si nuestra reacción emocional ante lo que está sucediendo, es exagerada. Si es así, tratar de ver las cosas desde otra perspectiva.

¿Cómo las vería y que haría alguna de las personas a las que admiramos?

Hay que enfocarse en buscar una solución adecuada y no en el malestar que sentimos.

Ante ciertas molestias o incomodidades, no buscar de inmediato la solución. Darse cuenta de que no pasa nada si nos sentimos mal un rato.

La tolerancia se fortalece, como cualquier músculo, trabajándola y practicando. Todos podemos aguantar el malestar. ¿Es incómodo? Sí, pero no pasa nada si nos sentimos mal durante un período de tiempo. El malestar pasa y la recompensa puede ser enorme a largo plazo.

En la Escuela del Bienestar encontrarás una serie de talleres que desarrollan la apreciatividad y las emociones positivas. 

Recuerda que el ejercicio de esta práctica requiere tiempo, perseverancia y cambio de nuestros diálogos internos y que al alcanzarlos en tu mundo se multiplican las posibilidades de avance y bienestar.

Te invitamos a conocer nuestro Atlas del Bienestar Laboral

Más información

Selecciona Interes