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Puede que de un tiempo a esta parte hayas ido notando que, en la barra de direcciones de tu navegador, al principio de la URL y acompañadas del dibujo de un candado, aparecen las siglas HTTPS cuando entras en las webs que visitas a diario. Esto no es sino un indicativo de que tu conexión con la página está cifrada, es segura y es más difícil que alguien la intercepte. ¿Cómo esto es así? Comencemos.

¿Qué es el protocolo HTTPS?

HTTP es el acrónimo de Hypertext Transfer Protocol (en español protocolo de transferencia de hiper texto). HTTPS es igual, pero añadiéndole «Seguro». Estos dos protocolos se usan para lo mismo, la transferencia de datos.

La diferencia básica entre ambos es la forma en la que viajan los datos. Si los datos son transferidos mediante HTTP, estos viajan en claro y son accesibles para cualquiera que intercepte la comunicación. En cambio, el protocolo HTTPS usa una conexión segura mediante un cifrado SSL y por tanto los datos viajan de un modo seguro de un lugar a otro.

El objetivo de usar HTTPS responde a dos cuestiones: en primer lugar, certificar que la web visitada es legítima, y en segundo lugar que se mantiene la integridad y la privacidad de los datos de conexión. Al tener cubiertos estos dos aspectos, se obtiene protección contra ataques man-in-the-middle.

Adicionalmente, ofrece cifrado en dos direcciones para las comunicaciones entre servidores y clientes, lo que protege contra el espionaje y la manipulación de los contenidos de la comunicación. En la práctica, sirve como una garantía razonable de que nos estamos comunicando con la web que queremos y no con un impostor, lo que también protege contra ataques por phising, como el que se produjo en el Comité Demócrata Nacional antes de las últimas elecciones presidenciales de EE.UU..

Históricamente las conexiones HTTPS se han usado, fundamentalmente, para transacciones económicas, correo electrónico y dotar de mayor seguridad a los sistemas de comunicación corporativos.

¿Cómo se establece una conexión con HTTPS?

En todos los procesos de cifrado se necesita una clave para, en primer lugar, cifrar la información y, en segundo lugar, volverla legible. En el caso de HTTPS tiene que ser única para cada sesión, y debe generarse sin que nadie más tenga posibilidad de saberla.

Para ello se utiliza una técnica conocida como cifrado asimétrico, que utiliza un sistema basado en dos claves: una pública y una privada. Estas claves son un par de números relacionados de forma algo especial, de forma que un mensaje cifrado con una clave sólo puede ser cifrado con su par correspondiente.

Dicho de otra manera: si queremos entrar en nuestra bandeja de entrada de Gmail, la conexión de salida de nuestro PC se cifra con la clave pública. Cuando esa conexión llega al servidor de Google, se descifra usando la clave privada.

Sin embargo, antes de que la petición de conexión llegue a su destino, el navegador cifra una preclave generada en el momento con la clave pública del servidor al que nos queremos conectar. Eso se envía al servidor, que descifra la preclave con su clave privada. Tanto el servidor como el navegador aplicarán un cierto algoritmo a la preclave y obtendrán la misma clave de cifrado.

A partir de este momento, superado el escollo del intercambio de la clave, cliente y servidor cifran y descifran los datos con ella. Como nadie más la conoce, las comunicaciones son, en teoría, seguras. Esto es lo que hace que HTTPS sea importante, ya que gracias a él nuestras comunicaciones con las webs serán solo entre ellas y nosotros.

¿Por qué es importante HTTPS?

El uso de HTTPS evita el espionaje por parte de intrusos. Los intrusos incluyen desde actores maliciosos, a empresas legítimas pero que se consideran invasivas. En esta última categoría entrarían, por ejemplo, los proveedores de servicios de Internet o ISPs.

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