En la actualidad los seres humanos han seguido evolucionando, pero a pesar de todos estos avances externos, hemos dedicado muy poca atención a comprender mejor nuestro mundo interior. Hemos acumulado un vasto conocimiento pero lamentablemente poco auto-conocimiento.
Más rico, más profundo y más reflectivo
Tu conciencia es la clave para reconocer las consecuencias de las decisiones que tomas y el impacto que tienen en los demás. Por eso la limitación de muchas personas es su falta de consciencia. La conciencia aumenta tu conocimiento. Aprender a observar tus sentimientos, te permite hacer elecciones más reflexivas e intencionales.
Cada uno de nosotros tiene una capacidad infinita de auto-engaño. Llegamos a ser hábiles en la negación porque nos ayuda a evitar molestias a corto plazo, pero exige un peaje a largo plazo. Siempre se nos dice que debemos aprender de nuestros errores, pero ¿cómo podemos aprender a menos que primero admitamos que hemos hecho alguno?
El miedo a lo que podemos ver nos impide mirarnos a nosotros mismos más honestamente, y esto provoca un ciclo que se alimenta a si mismo. Así pues desperdiciamos energía en racionalizar, minimizar y justificar nuestros errores en vez de liberar energía para aprender, crecer y agregar valor. Cuanto más dure esto, más desagradable es renaudar el monitoreo de uno mismo, debemos reconocer la violación de patrones de comportamiento deseados.
Aceptando los opuestos
Cada uno tiene una tendencia a elegir lados: bien o mal, bueno o malo, blanco o negro, ganar o perder. La certeza nos hace sentir más seguros, especialmente en tiempos de ansiedad y cambio. Pero el matiz es precisamente lo que necesitamos ahora más que nunca: la voluntad de reconocer los matices grises.
Al aceptar un conjunto de cualidades y rechazar otro, perdemos dimensiones esenciales de nosotros mismos y de los demás.
Debemos cultivar nuestras fortalezas intrínsecas en lugar de tratar de arreglar nuestras debilidades.
Debemos comprender que la honestidad en ausencia de compasión se convierte en crueldad, la tenacidad no mediada por la flexibilidad se congela en rigidez, la confianza sin emperar por la humildad es arrogancia, el valor sin prudencia es imprudencia. Debido a que todas las virtudes están conectadas con otras, cualquier fuerza sobreutilizada en última instancia se convierte en una responsabilidad.
Salir de nuestra zona de confort es incómodo, pero es el único medio por el cual podemos aprender y crecer, y en última instancia realizar mejor y experimentar una satisfacción más profunda.
Creamos el valor más alto no centrándonos solamente en nuestras fortalezas o ignorando nuestras debilidades, sino siendo atentos a ambas.
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